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Opinión: «Verano sucio»

Este ha sido por lejos uno de los veranos más sucios de la historia de Puerto Varas. Las situaciones críticas de contaminación se repiten como los diagnósticos. Las explicaciones y las promesas se rebalsan como los basureros. La realidad es cruel, injusta y huele mal. Las medidas de control no logran el control anhelado y la urgencia sanitaria que padece la comuna se aproxima al desborde.

El año 2017 cientos de vecinos marcharon por la costanera de la comuna para exigir reparación por la severa contaminación del lago Llanquihue. Más de cinco años después, verano 2022, las playas del centro están cerradas porque tienen 16 veces más caca de la caca que supuestamente está aceptable tener. Esta información llega tarde, en pleno enero, de manera inexplicable. A la restricción impuesta, y como un efecto dominó, en pleno febrero, se suma el reciente cierre de un sector de la playa en Puerto Chico por la contingencia de una obstrucción en la red. Más allá de las explicaciones, que de manera inédita incluyen anuncios de querella por parte de Essal a los presuntos responsables, el problema es el mismo. La precariedad del sistema. Esto no pasa en otros destinos turísticos de Chile, pero en el lago Llanquihue se repite el problema: El agua tiene caca. Riesgo sanitario y riesgo ambiental a la vista, para la foto como postal de verano. Recuerdo del verano 2022.   

El fracaso en la capacidad de tener un sistema de tratamiento de agua eficiente y adecuado es evidente y prolongado en el tiempo. Las promesas de mejoras tienen argumentos concretos en obras ejecutadas y otras en proceso, pero, incluso así, la historia si no se repite, parece que rima. Otra vez Puerto Varas en las noticias locales y nacionales, famoso por el kuchen y sus playas con caca. Titulares para repartir en todos los medios durante enero y febrero, verano 2022.

No hay ni un otro destino turístico importante en Chile que tenga las playas cerradas por este motivo. Esto es algo así como nuestra fragata portuguesa, un problema que por mucho que busque culpables y soluciones, aún no se resuelve, por el contrario, hay más playas cerradas que antes, justo en pleno verano, en días llenos de sol. De pronto como que es algo que pasa y bueno, es una pena, pero pasa. La resignación como un calmante a una acción que viene, pero es lenta, como viene.

El problema se integra a la triste realidad de quebradas y humedales, depuradores naturales en extinción, amenazados por personas que tiran basura, como mascarillas, neumáticos o microondas, también la presión de negocios inmobiliarios que buscan rincones legales para reducir lo protegido bajo el alero de la misma palabra que se busca proteger, la sustentabilidad, una palabra tan mencionada que sirve de comodín a la interpretación más conveniente.

Esto que está pasando es también lo que se ha permitido: la consecuencia de nuestro tiempo. A la naturaleza no le importa quién es el culpable, ni le hace diferencia. Por si fuera poco, cuanto más avanza el problema, más se complejiza la solución y más precaria es la seguridad sanitaria de los vecinos

Decir que nadie estaba preparado para esto y que el cambio fue muy rápido es tal vez lo más cierto del debate. Pero, ya no hay tiempo para sorpresas, más considerando que el proceso migratorio, fortalecido por la pandemia, el estallido social y el cambio climático, incluso puede no haber terminado, y podría acentuarse aún más, multiplicando la presión y la necesidad de urgencia para resolver soluciones concretas en lo regulatorio y en obras pendientes. No hay que hacer mucho diagnóstico para saber que todos quieren vivir sin contaminación. La explicación recurrente de que como hay más gente hay más problemas también se agota, porque más allá de su sinceridad, no sirve de nada en hacer una diferencia, por más que se repita.

Independiente de cómo se quieran distribuir las responsabilidades causantes del problema, la autoridad en su conjunto tiene un compromiso representante con la seguridad sanitaria de los vecinos, que incluye a los vecinos desde siempre, a los que llegaron hace rato, a los que llegaron hace poco, a los que vienen en camino. Hasta ahora, la contención de impactos es un colador. La arqueología viva de Puerto Varas es un encuentro permanente con su propia basura. La urgencia es mucho más rápida que la velocidad con que se toman las medidas reparatorias y de contención. Las explicaciones y las intenciones, por buenas que sean, aún no cambian la realidad y en las redes sociales no se logran las diferencias. ¿En lo profundo, qué dice un post en Instagram que dice no tire basura? 2017 y 2022 se miran y se parecen. ¿Cuándo era que esto se transforma?

Por: Pablo Hübner

Publicado en El Heraldo Austral 15.02.2022