Con el tiempo
una de las patas
de la mesa de madera
comenzó a pudrirse.
Por un largo tiempo
no íbamos a comprar otra,
así que esperamos a ver
cuánto aguantaba.
Andaba expectante.
Un día cualquiera,
al sentarme a tomar mates,
la mesa podía inclinarse a un lado.
Otro día cualquiera,
mirando el noticiero —
donde invitaban
a un político distinto
cada día
para hablar de las mil formas
en que podría mejorar
el gobierno de turno—
la mesa y yo
podíamos
venirnos abajo.
Poema de Gianella Montero
Ciudad: Buenos Aires, Argentina