El yugoslavo. Poema de Vladimir Boroa
Él vino desde una patria lejana
debido a una razón que me es ajena.
Era una patria herida, como todas.
Yo apenas era un niño
pero recuerdo aún aquella tarde
en que, yendo a jugar con mis amigos,
lo encontré tambaleándose, sentado
en su humilde banquillo de madera,
a un lado de la puerta de su casa.
Lloraba junto a una copa de vino;
tal vez varias encima (es muy probable).
Aquel anciano siempre nos hablaba
de su patria querida con una voz de lágrima,
fingiendo la esperanza de volver
tal vez para besar su tierra y a los suyos
y allí morir como debiera un hijo:
abrazado a la entraña de su madre.
Pero esa tarde supe
cuánto duele saberse ajeno a todo
por medio de su gran lamentación.
Entre ebrias maldiciones, respondió
a mi infantil pregunta (¿Qué le pasa, señor?):
«Más allá de esta tierra está mi antigua casa,
mi patio, mi calle y las muchas calles
donde se habla mi lengua materna,
la lengua de mi infancia que hablo por las tardes
cuando estoy solo, junto a mi reflejo,
los templos en que habito solo en sueños,
la tumba en que descansan los restos de mis padres
y el bosque donde yo enterré a mi perro.
Tal vez el padre tiempo haya borrado
los paisajes que añoro en mi memoria;
pero hay algo peor, aquella patria
ya no existe en ningún mapa del mundo,
y ya no tengo yo dónde morir
porque no pertenezco a tierra alguna».
Poema de Vladimir Boroa
Ciudad: Placilla de Peñuelas, Chile
Instagram: Vladimir.boroa