Ahora me detengo en el vórtice del tiempo donde las primaveras desaparecieron. Los ecos de alguien que olvidó su abrigo en el campanario de mi orgullo hoy invaden mis castillos de arena. Cuando mis voces se crucificaban alertas en el mundo de mi casa, recordé que yo escribía poemas mientras la vida se iba en el silencio.
Los pronombres están en jaula ladrando a mis memorias, esas que tanto me han llevado a la frontera del predicado. Hasta aquí he caminado en el sueño de los poetas con la revolución de un deseo que me vuelva al camino donde nace la palabra y muere la añoranza.