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El poder de crear: cómo despertar la creatividad transforma personas y comunidades. Por Antonia Anastassiou, Directora de Comunicaciones y RRPP de Fundación Mustakis

Cada 21 de abril celebramos el Día Mundial de la Creatividad y la Innovación, una fecha que, más allá de las conmemoraciones, nos invita a repensar qué entendemos por creatividad y por qué necesitamos tanto de ella en los tiempos actuales. 

Durante años, la creatividad fue encasillada sólo a ciertos territorios o disciplinas artísticas: el arte, la música, la literatura o la publicidad. Pero en realidad, es una competencia que todos los seres humanos tenemos y que se puede aplicar a cualquier ámbito. Tal como planteaba el educador británico Ken Robinson, una de las figuras más influyentes en repensar la educación del siglo XXI, «la creatividad es tan importante en la educación como la alfabetización, y deberíamos tratarla con la misma importancia. El autor postula que todos nacemos con un potencial creativo inmenso, pero el sistema muchas veces nos educa para tener miedo a equivocarnos. Y si no estamos dispuestos a errar, difícilmente seremos capaces de crear algo verdaderamente original.

Porque sí: el error es una parte esencial del proceso creativo y, aunque no lo parezca, es su motor silencioso. Nos han enseñado a evitar equivocarnos, pero es precisamente en el error donde surgen las verdaderas revelaciones. Como dijo Thomas Edison al intentar inventar la bombilla: «No fracasé, sólo descubrí 10.000 maneras que no funcionaban». Una muestra de que la creatividad exige constancia, valentía y tolerancia a la frustración. Desde Fundación Mustakis lo vemos en cada programa de innovación educativa que diseñamos: cuando un niño o una niña entiende que puede equivocarse sin ser juzgado,  que el error es parte crucial del aprendizaje, se abre a un universo nuevo. Y ahí es donde nace la creatividad genuina.

La escritora estadounidense Elizabeth Gilbert, conocida por su libro Big Magic, plantea que la creatividad no es un don reservado para unos pocos, sino una relación que todos podemos cultivar con curiosidad y valentía. Argumenta que no se trata de ser valiente todo el tiempo, pero sí lo suficiente como para seguir adelante a pesar del miedo. En un mundo que cambia a enorme velocidad, cultivar esa valentía creativa es vital, porque requiere parar, mirar hacia adentro y descubrir nuestro potencial. Y con esto me refiero no sólo a quienes inventan cosas, sino a todos los que buscan vivir con propósito y ser un motor de cambio en la sociedad.

En ese sentido, la creatividad no es un lujo ni una herramienta decorativa: es una necesidad humana. Abraham Maslow lo entendió así cuando propuso su famosa pirámide de necesidades humanas. En la cima está la autorrealización, ese espacio donde el ser humano se siente pleno, en conexión con lo que puede llegar a ser. La creatividad es una de las rutas para llegar a ese lugar. Y cuando ese desarrollo se da no solo en lo individual, sino también en lo colectivo, comienza a emerger la innovación con sentido.

Porque innovar es justamente eso: aplicar la creatividad para resolver problemas reales, para generar valor compartido, para construir soluciones innovadoras que antes no existían. En Chile y el mundo se requiere con urgencia ideas nuevas, pero sobre todo se requieren entornos donde esas ideas puedan crecer. Espacios que abracen la diversidad, que celebren el ensayo y error, que confíen en las personas y sus capacidades. En Chile hay muchas organizaciones sociales que de alguna u otra forma, con su energía y creatividad han innovado para proponer soluciones a diversas oportunidades del país, y desde Fundación Mustakis, aplaudimos la valentía, entusiasmo, propósito, amor y pasión de todos los innovadores sociales que son parte de nuestro ecosistema, porque son ellos, los que están haciendo cambios concretos e impactando en miles de niños.

Este 21 de abril significa mucho más que celebrar la creatividad como concepto. Se trata de reconocerla y activarla, tanto en nosotros mismos como en nuestras escuelas, barrios, comunidades, familias y organizaciones. Hay que entender que todos tenemos algo para aportar y que crear no es un acto extraordinario, sino una acción diaria, una expresión profunda de lo que somos como seres humanos. Y que cada vez que elegimos imaginar, colaborar, compartir o intentar algo nuevo, estamos siendo parte del cambio. En tiempos complejos, trabajemos más que nunca para que niñas, niños y jóvenes confíen en su potencial creador, que se atrevan a imaginar, y que se sientan parte activa de las soluciones de sus propias vidas, así como las que el mundo necesita.